Páginas

28 marzo 2011

"Los teatristas utilizamos la palabra para contribuir a encontrar las contradicciones"

Luisa Cruz y Edgar Valeriano, miembros del Grupo Teatral Bambú (GTB), responden algunas preguntas con motivo del XXI Festival Intenacional de las Artes Escénicas Bambú 2011 que del 28 de marzo al 2 de abril se realiza en la capital de Honduras. Una fiesta cultural que se desarrollará en un ambiente de conflicto por las protestas magisteriales y la represión policial por parte del Gobierno.

-Carlos Rodríguez
"No somos de la idea que el gobierno nos deba dar todo lo que se necesita, pues no tenemos inclinaciones parasitarias, sino por el contrario, pensamos que eso limitaría nuestra independencia y libertad para seleccionar y programar lo que nuestro buen entender nos indica". 
"El teatro puede ser para todos los públicos, para todos los gustos y puede llevar consigo cualquier propósito, desde favorecer que las cosas queden siempre como están, o que las personas puedan reflexionar sobre sí mismos o la sociedad".
"El gobierno gasta enormes cantidades de dinero en seguridad y defensa, ¡sólo compare estas cifras contra el presupuesto de la Secretaría de Cultura! Y observemos también que el presupuesto de Educación ha sido 'congelado', lo que significa que entre el año anterior y éste, no hay crecimiento, aunque la población escolar crezca constantemente".

Integrantes de Grupo Teatral Bambú. Foto facilitada por GTB.

El primer festival para inaugurar la tercera década de este evento ofrece un programa abundante con teatro, música, cuentacuentos, magia, etc. ¿Piensan mantener esta línea que brinda posibilidades de entretenimiento a toda la familia?

-Claro, siempre ha sido nuestro interés el poder brindar buenas opciones para todos los gustos y para todas las edades. Aparte de ofrecer arte de calidad a nuestro público infantil, juvenil y adulto, ello nos permite unir al gremio artístico en general en un evento grandioso. En otras palabras, el festival se convierte en un espacio de encuentro para teatristas, mimos, fotógrafos, magos, titiriteros, músicos de diversos géneros, narradores orales, y en muchas otras ocasiones, hemos reunido también a bailarines, escritores, caricaturistas, etc.

¿Cuál sería el ambiente ideal para que el Festival goce de mayor éxito e incidencia?

El ambiente ideal sería el que contara con buenos subsidios de organismos nacionales e internacionales; que contáramos con el interés y el respaldo del público (pues no hacemos nada sólo con el subsidio, necesitamos que el público aprecie los espectáculos); que tuviéramos una buena difusión por parte de los medios de comunicación y el apoyo de los gobiernos en materia de infraestructura y educación de las artes. A los organizadores nos toca preparar el mejor festival posible, con la mejor oferta artística, con los mejores precios que el público pueda pagar, conforme a nuestros ingresos promedios (ya sabemos que la mayoría de las personas somos de escasos recursos, por eso procuramos en cada edición regalar entradas a niños de escuelas públicas).

Pero, para que el público tenga interés, se necesitan años de trabajo, constancia y tesón, movilizarnos para que los medios conozcan de nuestro evento, darnos a conocer e ir creando la credibilidad entre públicos y artistas, nacionales y extranjeros.

No somos de la idea que el gobierno nos deba dar todo lo que se necesita, pues no tenemos inclinaciones parasitarias, sino por el contrario, pensamos que eso limitaría nuestra independencia y libertad para seleccionar y programar lo que nuestro buen entender nos indica.

En otros países, aquí cerca, en Costa Rica, el mayor festival de la región lo organiza y costea, cada dos años, el Estado (Festival Internacional de las Artes); pagan buenos honorarios y atraen a los mejores grupos artísticos del mundo, y su pueblo puede acceder a lo mejor. En Bogotá, Colombia, se organiza uno de los Festivales de Teatro más grandes del mundo (Festival Iberoamericano de Teatro), y es un verdadero regalo a su pueblo. Estos pueblos han avanzado en su aprecio por las artes a la par de la educación de las artes, tanto estatal como privada. A ver cuándo nuestros gobiernos vuelven su mirada al arte, pues podría significar la diferencia entre la cultura de la violencia, y la cultura de los valores humanos, la paz y la convivencia.

¿Es necesaria alguna cuota de idealismo para desarrollar un proyecto de esta clase?

¡Ciertamente! Sólo los idealistas, los que hacemos esto por el amor que le tenemos a las artes y lo que ellas significan para las personas, somos capaces de emprender una aventura de estas cada año, trayendo muchos grupos de fuera del país y nacionales, ofreciendo 24 funciones de diversas artes en 6 días, ¡sin estar seguros que la taquilla cubrirá los costos que no salen de los patrocinios!

Pero la satisfacción que nos producen las expresiones espontáneas de los artistas invitados, del público, de docentes y estudiantes, agradeciendo por brindarles la oportunidad de compartir estas experiencias maravillosas, nos mueven a seguir en esta tarea, trabajosa, pero que tanto disfrutamos.

¿Hay momentos de decepción? ¿Cómo lo superan?

A veces nos ha ocurrido que algún grupo invitado no pueda viajar a última hora, teniendo ya impreso el programa de mano; o algún público concertado no llega a la función. Alguna que otra vez las funciones no han comenzado a la hora programada, por cuestiones técnicas. Pero lo peor ha sido que varios años hemos estado nerviosos en extremo, pensando si “ajustaremos” pagar las cuentas. ¿Cómo lo hemos superado? En colectivo, todos los miembros de Bambú, muy unidos, viendo cómo resolver. Buscar otros públicos gratuitos, sacados de entre el banco de contactos; suplir nosotros como Teatro Bambú la función programada, economizando al máximo… en fin, para eso somos artistas, ¡para suplir con creatividad las carencias de tener los recursos económicos en la raya!

¿Los medios de comunicación en Honduras cumplen o aún se quedan cortos en la difusión de la oferta cultural en Honduras?

Creemos que, en general, se ha mejorado la difusión de la oferta cultural del país, pero debería haber un crecimiento en torno al fondo de esta función de los medios.

A veces no sólo se trata de difundir la oferta cultural del país, sino que se haga en el momento oportuno y que la información contenga criterio objetivo. Por ejemplo, ¿para qué dar a conocer un evento que ya ocurrió? Muchas veces esto desilusiona a los lectores que consumen productos artísticos, y no vemos en ello más que una utilidad social, o histórica. Nos preguntamos, ¿bastará divulgar la actividad artística, sin referente de su contenido, o al menos, de su calidad? Qué importante es cuando la prensa tiene personal especializado para brindar una crítica de los espectáculos, pues eso sirve de medidor tanto para los artistas, como para los espectadores.

Observamos cómo los medios de comunicación tienen especialistas en materia económica, judicial, policial, deportiva, social, etc., sin embargo, no cuentan con especialistas en materia de arte.

¿Qué piensan acerca de que "la cultura no vende"?

Esa afirmación muestra una falta de conocimiento. El término cultura es amplio, tan amplio como es la diversidad social y la riqueza natural de un país. El término mismo proviene de “cultivar”, refiriéndose a que todos los seres humanos, como seres sociales, aprendemos todo cuanto somos, de los demás. La cultura abarca todas las manifestaciones artísticas, religiosas, las creencias, costumbres y tradiciones, la producción artesanal e industrial, la gastronomía, las etnias, los avances científicos y tecnológicos, el idioma, los dialectos, los giros lingüísticos, los medios de comunicación, los sistemas de derecho, y bueno, sería demasiado larga la lista.

Si fuera cierta la afirmación “la cultura no vende”, entonces nadie se interesaría en consumir nuestros productos agrícolas y ganaderos, ni nuestras tortillas, carne asada o pescado frito, objetos religiosos, sombreros de junco, artesanía lenca, cuadros de nuestros pintores, ni ropas confeccionadas por nuestras modistas; tampoco quisiéramos asistir a los conciertos de nuestros músicos o a las obras de teatro o danza nacionales, ni nos interesaría visitar nuestras playas, aguas termales, bosques, ríos, parques, aldeas, pueblos o ciudades, o conocer de las culturas vivas, como son los Pech, los Lencas, Misquitos, Garífunas, etc., etc. Tampoco le interesaría nada de esto a los extranjeros, y por ende, no tendríamos nada que ofrecer al viajante. Honestamente, equivaldría a un país de muertos.

No es que la cultura venda o no venda, simplemente es que la cultura hondureña somos todos; es todo lo que somos capaces de crear, inventar, producir, fabricar, intercambiar, valorar, socializar, etc. Si nuestra cultura es grande, ello es proporcionalmente equivalente a que todos creamos en ella, nos identifiquemos con ella, la hagamos crecer, y esa es una labor que nos compete a todos, y los medios de comunicación juegan un importante papel, ya sea para engrandecerla, invisibilizarla, o en el peor de los casos, minimizarla.

El arte es uno de los referentes más valiosos dentro de la cultura de un país. El arte y el aprecio que la sociedad tenga de sus expresiones artísticas, es el mejor termómetro para medir los avances de la cultura de una sociedad. Quizá los medios de comunicación se pudieran plantear esto como un reto, pues es a ellos a quienes compete divulgar el hecho artístico y su importancia social, en tanto a nosotros los artistas nos compete trabajar por crear un producto cada vez más acabado y conforme a las necesidades y exigencias del público.

¿Puede la cultura ser una herramienta para el desarrollo social y económico de una nación como Honduras?

No nos cabe la menor duda. El arte es un reflejo de la sociedad, hace la función de un espejo, en donde reconocer nuestros errores, vicios, debilidades y virtudes; nos puede ayudar a tomar las mejores decisiones personales y colectivas; nos ayuda a crear conciencia sobre cualquier tema (el machismo, el deterioro del medio ambiente, las relaciones humanas, la educación; la lista es interminable). Es notorio, en comunidades en donde el arte se establece como una actividad prioritaria del gobierno local, que la ciudadanía es más feliz, y el grado de desarrollo cultural es más sólido.

No son buenas las comparaciones en muchos casos, pero sí puede servir como referente, el hecho, por ejemplo, que en la ciudad de Caracas comenzó hace más de 35 años un proyecto que involucra a los niños más pobres en Orquestas Infantiles (ahora ha adquirido carácter nacional: Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, hoy atienden 350,000 niños y jóvenes). Es hermoso ver bajar a esos chiquitos, con su instrumento musical al hombro, por cuestas azarosas de barrios paupérrimos, y ver cómo se le puede cambiar la vida a un ser humano a través de las artes. De esa orquesta han salido ahora grandes músicos ejecutantes y directores, que en lugar de tener a la pandilla como su ejemplo a seguir, tienen a la música, que eleva la belleza sonora hasta momentos inimaginables, y consiguen contratos que les pagan muy bien por sus talentos. En el alma de ese niño no podría anidar el mal cuando el arte ha ocupado su lugar, pues el arte sólo puede aspirar a la belleza.

En cambio, ¿cuántas escuelas de arte tenemos en el país? Pocas. El arte que hacemos en el país, en su mayoría es arte espontáneo, intuitivo; pocas personas hemos tenido oportunidad de estudiar el arte como una profesión. Se imagina si en los barrios conflictivos, ¿en lugar de que la oscuridad y el crimen fueran el referente de la noche, lo fueran las escuelas de baile, de pintura, de teatro, de poesía? ¿Cuántas personas podrían convertirse en seres verdaderamente útiles a la sociedad? Creemos que los jóvenes, con la energía, el entusiasmo y su potencial creador bien orientados, pudieran incluso convertirse en los líderes de sus comunidades, en el buen y positivo sentido de la palabra. Eso podría contribuir al desarrollo social, económico, humano y cultural de cualquier sociedad. Además no lo inventamos nosotros, los sociólogos, pedagogos, antropólogos y otros estudiosos lo han investigado y afirmado antes.

¿Es el teatro subversivo?

Subversivo, es decir para ¿“subvertir el orden”? Pues, indudablemente que sí puede serlo, como el que usaron muchos latinoamericanos durante las dictaduras militares de los años 50s-80s, cuando el teatro fue utilizado para comunicar lo que se consideraba prohibido hablar. Por el contrario, podría ser alienante, es decir, que enajene la mente de los espectadores (aquí podríamos ubicar a la llamada “comedia ligera”, aunque no se debe etiquetar de esa manera). Hay también teatro popular, que contiene un lenguaje directo y de fácil comprensión, para proveer información precisa sobre cualquier tema de interés a la población. O teatro académico, de una creación elevada (como el teatro clásico griego, por ejemplo).

Es decir, el teatro puede ser para todos los públicos, para todos los gustos y puede llevar consigo cualquier propósito, desde favorecer que las cosas queden siempre como están, o que las personas puedan reflexionar sobre sí mismos o la sociedad. Así como hay pinturas puramente decorativas, hay pinturas que denuncian, gritan, claman por justicia, por paz, o aspiran a que veamos en las infinitas arrugas de un rostro envejecido, la verdadera belleza del alma. En fin, el arte, y por ende el teatro, es canal de expresión de los seres humano. Por eso muchos artistas, por lo general personas muy sensibles al dolor humano, somos incomprendidos, pues quisiéramos ver un mundo más justo, menos contaminado, más equilibrado, y lo queremos ¡ya!, lo que es pedir demasiado, por lo que se ve.

¿Que comentario merece este párrafo del Mensaje del Día Mundial del Teatro 2011 pronunciado por Jessica A. Kaahwa?: "Es entonces una farsa mantenerse en silencio en tiempos como los nuestros, conociendo el poder del teatro, y dejar que portadores de armas y disparadores de bombas sean los guardianes de la paz de nuestro mundo. ¿Cómo pueden herramientas de alienación ser también instrumentos de paz y reconciliación?"

Coincidimos plenamente con la teatrista Kaahwa. Como señalamos antes, el arte, el teatro sólo puede aspirar a la belleza, y la belleza se contradice en cualquier expresión de violencia, de muerte, de represión, de marginación, de exclusión de otros seres humanos. Sin duda que con quienes más podríamos tener encontronazos los artistas, es con los políticos del mundo, que no siempre responden a las necesidades de los pueblos y de los tiempos, y que utilizan la palabra para destruir o para justificar la destrucción. Los teatristas, en cambio, utilizamos la palabra para edificar, para contribuir a encontrar las contradicciones y para que la gente, luego de presenciar, por ejemplo, “Hamlet” de Shakespeare, pueda encontrar su propia debilidad en un equivocado afán de venganza.

En su discurso la dramaturga de Uganda también expresa: "Mientras las Naciones Unidas gasta sumas colosales en misiones de paz en todo el mundo con el uso de armas, el teatro es una alternativa espontánea, humana, menos costosa y mucho más poderosa". Parodiando este fragmento, ¿podríamos decir que en Honduras el gobierno invierte más dinero en armas y sostenimiento de un aparato policial represor cuando la violencia podría combatirse desde alternativas como el teatro? ¿La situación del país podría ser diferente si apostáramos a la cultura como alternativa de desarrollo?

Nos encanta su pregunta, y no tenemos ninguna duda que el teatro puede cambiar a los seres humanos que lo practicamos, y puede sensibilizar a quienes lo aprecien. Sin duda alguna que el gobierno gasta enormes cantidades de dinero en seguridad y defensa, ¡sólo compare estas cifras contra el presupuesto de la Secretaría de Cultura! Y observemos también que el presupuesto de Educación ha sido “congelado”, lo que significa que entre el año anterior y éste, no hay crecimiento, aunque la población escolar crezca constantemente.
Si pudiéramos cambiar las armas por pinceles o guitarras, el ocio por clases de actuación o danza, los estancos por escenarios para las artes, ¡nuestra juventud encontraría tantas oportunidades!

La cultura no crece, no se desarrolla ni fortalece por sí: son las políticas de Estado las que deben procurarlo, involucrando a todos los sectores que podamos hacer posible el cambio favorable para todos y todas. El día que nos tomen la palabra las personas que toman grandes decisiones en el país, estamos seguros que no serán defraudados.

San Pedro Sula, 28 de marzo de 2011.
Entrevista abreviada publicada en diario La Prensa.