Cómo no extasiarse ante la diosa del amor. Esa dama pintada por Sandro con su cabellera mecida por el soplido de Céfiro. Pero ella, pudorosa, resiste con mano firme al viento fructificador y cubre con pocos mechones su divino monte. Más de algún confeccionador de versos habrá pensado en ilustrar la portada de un libro con la Venus pintada por Botticelli. En nuestro patio poético circula un ejemplar con la pudorosa Venus del Quattrocento italiano.
Pero cuando uno se recupera del shock causado por la divina desnudez de la Venus, al apreciar ciertos defectos (perceptibles al acercarse), sucumbe la idealizada perfección. Y eso pasa no solo con la Venus, también con las marías, con las carolinas, con las josefinas, con las azucenas, con las matildes, con las julietas...
Una cierta decepción sentí al situarme a pocos centímetros de la Venus y recorrerla centímetro a centímetro: desde sus ojos que miran con desencantado pudor, pasando por su cuello de jirafa, sus nada atractivas manos, hasta sus pies indignos de una diosa. Aunque seguiré admirando a la Venus, pero de lejos. De lejos me sigue pareciendo hermosa.
Este acercamiento es posible gracias al sitio www.haltadefinizione.com que ha subido en alta resolución algunas obras famosas de pintores como Botticelli y que pertenecen a la galería Uffizi de Florencia, Italia. Dicen que las imágenes como El Nacimiento de Venus pueden verse en resolución de hasta 28 mil millones de pixels.
Y así es Venus de cerca:
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